"El tintineo de las gotas golpeando la fría piedra sacó a Heinzber de sus pensamientos. Llevaba bastante tiempo, o eso creia el, en el interior de aquella improvisada celda mazmorra. La vorágine de acontecimientos le habían llevado hasta ese punto, quizá no se había planteado este desenlace cuando decidió romper sus juramentos en nombre del emperador al empezar esta guerra. Ahora dudaba de todo, dudaba de si las decisiones que había tomado motivadas por los semidioses en servoarmadura que habían incitado su adoración a los dioses verdaderos le habían llevado por el camino correcto. Las ansias de poder, el hambre de gloria, y la necesidad de libertad y de salir de las férreas disciplinas de un régimen despiadado, le empujaron a unirse a la adoración del caos. Los astartes de armadura azul verdoso, habían mostrado el poder que le esperaba si luchaba en contra del falso emperador, y el y los suyos habían materializado el más puro acto de rebeldía al romper sus votos. Disfrutó cuando su regimiento había vertido la sangre imperial de los ciegos guardias leales incapaces de ver que adoraban a un emperador cadáver. El había estado presente cuando lanzaron los bombardeos masivos sobre las dos lunas gemelas que orbitaban alrededor de la luna principal de Hydra Minor, y durante todos estos meses de guerra había sido testigo de las bendiciones de los verdaderos dioses. Su propio hermano y compañero de armas había recibido regalos físicos, y su brazo acababa en una protuberancia ósea, sin duda su hermano había vertido la sangre de inocentes, había vertido la sangre de los pocos guardias imperiales de los volstroyanos de Urantis que se negaron a traicionar al imperio. La purga dentro de su regimiento fue rápida. La corrupción llevaba tiempo arragaida, extendiéndose y pudriendo la cúpula de mando de la que el formaba parte. La anterior cúpula de mando había sido silenciada mucho antes de llegar al sistema, y gracias a eso, el había ocupado un puesto como oficial, aumentando su estatus dentro del cambio creciente en los Volstroyanos de Urantis. Sólo unos pocos guardias imperiales de remplazos recientes se habían negado a la corrupción y la purga se realizó con una violencia de terrible magnitud. Los sacrificios sobre la luna de Hydra Minor en honor al panteón fueron la llave para poder ser testigo del poder palpable de las deidades del inmaterium y su hermano al igual que otros obtuvieron sus recompensas. El mismo había sentido la caricia de los verdaderos dioses y aunque al principio sintió temor ya que había visto a Carnak convertirse en una abotargado engendró debido a las mutaciones inconcebibles, después agradeció la aparición de su tercer ojo y gozó del derramamiento de sangre. Pero eso era antes, cuando las fuerzas del caos tenían la voz cantante y el fruto de la traición furtiva les había dado una situación de ventaja en Hydra Minor. Eso era antes, cuando todavía tenía tiempo de deleitarse en la profanación y el sacrificio. Eso era antes, cuando aún sentía la llamada de los dioses. Antes, ....antes de que los ángeles de negro llegaran. Antes de la llegada de los ángeles oscuros.
El ruido de unas pesadas botas acercándose en la oscuridad más absoluta, lo alertó. Heinzber abrió los ojos. Sus tres ojos escrudiñaron en la oscuridad, pero fue en vano. Al rato, una luz cegadora invadió la celda cuando la pesada puerta de ferrocemento se abrió hacia un lado absorbida por la pared de roca. Una figura enorme, ataviada con una servoarmadura negra oculta tras una gruesa túnica de color hueso se fue haciendo visible ante el, a medida que sus tres ojos se acostumbraban a la repentina luz de la celda. La puerta volvió a cerrarse herméticamente tras el recién aparecido astartes, la oscuridad recién restablecida en la sala duró poco. El enorme marine espacial encendió dos candelabros que despedían asfixiantes esencias de incienso y óleos. Gruesas neblinas verdosas ascendían desde los candelabros de cobre y hierro, y se esparcían sobre el techo de la cavernosa sala, creando un efecto claustrofóbico.
Heinzber sentía miedo , la sensación de poder que le había embriagado durante el trascurso de esta guerra no existía. Hubiera combatido contra cualquier enemigo. Habría llevado la guerra a cualquier soldado imperial, y se habría enfrentado sin ningún temor incluso a los marines espaciales. Los astartes de la legión alfa les habían dicho que no temieran, que los dioses eran poderosas deidades, y que nunca podrían ser derrotados al amparo de tales entes. Pero ahora la sensación de un terror incontrolable le invadía. No era un terror exacerbado , no era el típico terror que le haría salir corriendo presa de una locura irracional. Era un terror que le provocaba parálisis, sentía la rigidez de la espalda y la tensión, el sudor le caía a chorros por la frente y le empapaba las manos. Sintió los gritos que llevaba oyendo en las celdas contiguas como si aún estuvieran presentes martilleando su mente aunque hacia tiempo que se extinguieron.
Observó perplejo la terrible figura ante el. Si la imagen que siempre se había formado de los astartes leales era la de héroes majestuosos sacados de historias de nobleza y heroísmo, esta imagen le cambio su percepción. Ante el se encontraba la viva imagen de la venganza más maligna imaginable. Una calavera rígida en un rictus mortuorio de odio le devolvía la mirada a través de dos lentes incandescentes de energía carmesí, dos gruesos tubos barrocos salían de ambas partes de la mandíbula de la calavera y se internaban en el interior de la gorguera sobredimensionada. Una túnica entreabierta dejaba ver un peto enorme, de puro oro y cobalto era el relieve del pectoral de la armadura donde una espada alada atravesaba un cráneo. Unas enormes hombreras bordeadas de remaches , una de ellas con la espada alada y la otra con una calavera dotaban al inmenso marine espacial de un aspecto aún más terrible. Un cordón monacal purpura anudaba la túnica en la cintura donde un enorme cuchillo ritual engalanaba el aspecto del guerrero de forma caballeresca. En una greba de la pernera descansaba una enorme maza de energía con forma de ángel alado y destacando sobre todo el aspecto amenazador del marine colgaba una cuerda de cuero al cuello con cuatro perlas negras de brillo irritante a la vista.
El marine colocó un enorme bloque de piedra sin ningún tipo de esfuerzo delante de Heinzber y se sentó delante de el, prácticamente a la distancia de un susurro.
Heinzber sintió como su tercer ojo se cerraba, incapaz de enfocar su mirada sobre la inquisitiva figura de su visitante.
- Soy el capellán interrogador Elias, confesor y administrador de la redención del capítulo de los Angeles Oscuros, dime tu nombre hereje.
La voz metálica fruto de las salidas de las vocorejillas reverbero en la celda.
Heinzber titubeó incapaz de articular palabra debido al nudo en la garganta y a la sequedad en la boca. Al final tuvo que escupir las palabras como pudo debido a la perturbadora mirada del casco cadavérico de su interlocutor.
-Soy Heinzber teniente de la vigésimo primera compañía de los volstroyanos de Urantis.
El capellán permaneció impasible durante unos segundos que a Heinzber le resultaron una eternidad, finalmente con un chasquido y un movimiento suave se quitó el casco, y se colocó una capucha antes de elevar la cabeza para volver a clavar la mirada en el traidor. Heinzber no podía distinguir bien el rostro del capellán, la túnica sólo permitía ver las facciones de la boca y el mentón y una tenue luz rojiza que salía del interior de la capucha le sugirió que el interrogador estaba dotado con algún tipo de lente augmética. El capellán se apoyo sobre si mismo acortando la distancia que lo separaba de Heinzber y comenzó a hablar de nuevo con una suavidad inquietante.
- Bien Heinzber, ahora que ya nos conocemos empieza a contarme lo que sabes que preciso saber, y no omitas ningún detalle.
Heinzber inspeccionó sus recuerdos, había estado en defensiva cuando las cápsulas de desembarco de color verde oscuro atravesaron la atmósfera y se estrellaron sobre sus líneas, había visto a los ángeles oscuros destrozar las posiciones de sus hermanos de armas, y arrasar con una violencia terrible a los corsarios rojos que les contraatacaron , también había estado presente cuando se les dio la orden a él y sus hombres de volar la fortaleza para evitar que los secretos allí presentes cayeran en manos de los ángeles oscuros. Pero eso había sido hacía dos semanas, y sin duda la pregunta venía enfocada al porque de lo extraño de sus movimientos. Su regimiento o lo que quedaba de el se había replegado hacia el sur, las tropas de la guardia de la muerte al noroeste del planeta habían infligido un golpe terrible a los ultramarines y se habían desplegado controlando los restos de la principal ciudad planetaria, no habían recibido noticias de los corsarios rojos, ni de la legión alfa, por lo que los volstroyanos de Urantis supervivientes se habían agrupado juntos preparados para partir al amparo de la guardia de la muerte, pero no pudo ser así. La larguísima y colosal columna de vehículos infantería y adoradores había sido acosada incesantemente por motoristas y unidades de exploración de los ángeles oscuros, las bajas eran diarias, y la sensación de estar observado había minado la voluntad de los rebeldes. Muchos habían intentado huir pero eran ajusticiados por sus propios compañeros, otros huían para caer presas de las patrullas de reconocimiento del ala de cuervo que les cercaban, y sólo los más fanáticos seguían renovando sus oraciones a los dioses y sacrificando a sus propios camaradas bien por justificar que no adoraban a los dioses o acusándolos de traición al panteón. Logias de distintos cultos se asesinaban durante la larga marcha hacia el encuentro con la Guardia de la muerte y parecía que el fin de los volstroyanos había llegado. Entonces fue cuando "los otros ángeles" llegaron a ellos y todo cambio. El arduo desplazamiento hacia el noroeste fue variado y el regimiento se dirigió hacia el sur de nuevo, ese cambio en el patrón de avance, y la ocupación de unas fortalezas obsoletas y abandonadas desde antes de la guerra de Cordatus había sido orquestado por otros intereses. Y eso era lo que el capellán quería sacar en clave.
- ¿te refieres a la ocupación de las fortalezas olvidadas?
- Me refiero a como averiguasteis de su existencia, y porque razón esas fortalezas olvidadas se encontraban completamente funcionales, si no rastreamos ninguna señal al sur.
El capellán se acercó aún más de forma inquisitiva.
- Esas fortalezas eran el objetivo de los volstroyanos, nosotros debíamos ocupar a toda costa esas fortalezas y retrasaros el tiempo suficiente.
Heinzber sintió una valentía renovada mientras hablaba con el capellán, su tercer ojo se abrió.
El capellán y Heinzber permanecieron en silencio. Después el capellán volvió a hablar. Su voz se volvió tensa.
- Alguien os informó de la existencia de ese lugar, alguien del que me gustaría saber la identidad , tengo mucho interés en que me rebeles ese detalle.
- Simplemente fueron órdenes, como siempre , hay fuerzas muy poderosas en juego, nosotros sólo somos peones , simple carnaza en un universo que toca a su fin, somos el fruto de la desesperación de una humanidad que se acaba y que debe abrazar la caricia de los dioses del caos.
- Vosotros sólo sois traidores, sois herejes, el síndrome del fracaso de la humanidad materializado en el cáncer viviente que la pudre. Sólo eso.
Heinzber se sentía desafiante, se había acostumbrado a la presencia del capellán y el más puro sentimiento de rebeldía previa a una muerte a la que no temía le embriagaba y le incitaba a aumentar su insolencia.
- Capellán no sois nada, no tenéis ni la más remota idea de lo que os va a pasar a todos los presentes en este sistema, nosotros lo hemos visto y por eso supimos que era un error servir al falso emperador, sólo hay unos dioses verdaderos.
- Vosotros sólo sois ratas, simples despojos.
La voz de Elias se tornaba lúgubre ahora mientras la mayor repugnancia que sentía hacia el guardia renegado impregnaba toda la celda.
- Si vas a matarme hazlo ya, porque no hay mucho más que decir.
Heinzber soltó esta palabras mientras cambiaba su pose a una resignación chulesca.
- No voy a matarte, no aún , antes necesitó más información , donde están los informantes sobre el lugar en el que fuisteis cazados.
Heinzber comenzó a recordar.
Las instalaciones a donde les habían enviado los otros ángeles estaban plenamente operativas, era como si alguien ya llevará tiempo atendiendo su mantenimiento y disposición para el combate, todos los sistemas eran funcionales y en el interior del puesto de mando habían datos de todas las unidades leales presentes en el sistema y en especial del seguimiento del despliegue de los ángeles oscuros, datos de efectivos, condiciones de abastecimientos, operativos en ruta, situación de su flota y un largo etcetera. Fuese lo que fuese que intentarán averiguar sobre la presencia del capítulo en el sistema, quien quiera que lo hubiese hecho, había hecho bien su trabajo. Después llegó el ataque masivo del ala del cuervo , los motoristas y unidades gravíticas habían logrado infiltrarse sin ser vistos hasta echarse prácticamente encima. Heinzber dejó de pensar y divagar y se centro en responder al capellán.
- Los informantes eran marines espaciales renegados del falso emperador, como tantos hay en este sistema.
Heinzber noto como le ardía su tercer ojo que permanecía abierto de par en par incluso en contra de su voluntad.
- Se reconocer la mentira. Normalmente no interrogó a nadie si no es buscando el arrepentimiento del interrogado. En este caso sólo necesitó saber unos cuantos detalles, así que ni tenses la cuerda, traidor. Puedo administrarte una muerte rápida como al resto de tus compañeros o hacer que vivas el mayor infierno que jamás hayas imaginado.
Heinzber estalló en carcajadas mientras un cosquilleo se expandía de su tercer ojo por todo el interior de su cerebro.
- Vamos capellán , de verdad crees que puedes hacer que....
El enorme guantelete blindado agarró el antebrazo del renegado y con una fuerza sobrehumana ejerció una presión al cerrarse que destrozó la carne y astillo el hueso, con un giro violento, arrancó el brazo del prisionero a la altura del codo, desgarrando tendones y fibras y creando una catarata de sangre que manchó todo el suelo de la celda. El prisionero aulló de dolor y pura agonía mientras se retorcía en su banca intentando agarrarse el muñón en vano con la otra mano que estaba sujeta por un enorme grillete de acero, y pataleaba frenéticamente el charco de su propia sangre que estaba a sus pies.
- Vas a contarme lo que quiero saber, o pretendes provocar otro arranque de ímpetu por mi parte pequeño traidor.
La voz del capellán volvía a sonar suave, incluso conciliadora.
Heinzber estaba sudando, y mareándose, le costaba ver con claridad la figura borrosa que tenía ante el, la cabeza le ardía en su interior, comenzó a sentir como las fuerzas le fallaban, pero sabía que la recompensa al otro lado sería inmensa tenía que mantener su silencio al respecto.. La existencia de los otros ángeles no debía ser rebelada , no aún, tenía que aguantar.
Con una voz jadeante y entrecortada comenzó a hablarle a su interrogador.
- ¿Que es exactamente lo que quieres saber?, saberlo no cambia las cosas. Este mundo no os pertenece.
- Dime quien os envió a las fortalezas olvidadas , por que cuando descendimos al interior de las salas centrales de la fortaleza todos los datos y holoarchivos habían sido purgados, quien hay detrás de todo esto.
- ¿Acaso saberlo cambiará las cosas? ¿Cambiara las cosas para mi o mis hombres? No. No lo hará, todo esta llegando a su fin. Os acercáis hacia vuestro final.
Un dolor terrible recorrió la pierna del traidor cuando la enorme bota del capellán comenzó a aplastar suavemente el pie descalzo del prisionero, sintió como las uñas se quebraban y los huesos de desencajaban a medida que la presión trituraba la carne contra la roca fría del suelo.
- ¿Pudiste ver en algún momento a aquellos que variaron vuestras órdenes y os dirigieron hacía las fortalezas olvidadas?
La voz del capellán volvía a estar cargada de tensión y resolución.
- ¡Ya te he dicho que acabes conmigo!
Un crujido dantesco seguido de un agónico chillido inundó toda la celda cavernosa. El capellán retiró su bota, y Heinzber pudo ver la ruina sanguinolenta en la que se había convertido su pierna. El capellán había pisado el pie destrozándolo completamente y después propinó un punterazo quebrando la tibia de Heinzber y dejando la pierna del revés con el hueso visible a través del gemelo.
-¡¡Maldito loco hijo de perra!!
La voz de Heinzber anunciaba que se encontraba frustrado y extenuado hasta la saciedad.
Elias sonrió y se acercó prácticamente hasta susurrarle en la oreja.
- He de confesar que me estoy divirtiendo bastante, nunca había tenido un compañero de celda tan adorable y divertido, creó que hemos hecho una bonita amistad Heinzber de los volstroyanos.
- ¡Maldito bastardo! ¡Oohhh dioses!!!
El tercer ojo de Heinzber miraba en todas direcciones de forma frenética mientras sangraba.
- Tus dioses no están aquí, querido amigo. Sólo estamos tu y yo. Dime lo que quiero saber, termina con esto, acaba con el sufrimiento.
Heinzber no habló, pero si pensó en lo que quería saber el capellán,
Elias quería saber quienes eran los otros ángeles , quería saber si el los había visto, y si los había visto, fue durante una reunión del alto mando, cuando el coronel y varios comandantes del regimiento habían recibido una lanzadera durante su estancia en la luna orbital. Los otros ángeles fueron los que coordinaron con la legión alfa que su regimiento disparara las baterías orbitales a las lunas restantes, los otros ángeles fueron los que dieron la orden de volar la fortaleza que los ángeles oscuros pretendían ocupar tras su desembarco en cápsulas dejándolos expuestos, y también fueron quienes enviaron a su regimiento al sur para atraer y evitar que el ala de cuervo pudiera concentrarse junto a la tercera compañía y los ultramarines para atacar a la guardia de la muerte.
Heinzber hacia memoria por recordar el aspecto de los otros ángeles pero le costaba, notaba como manos invisibles removían en su pensamiento y la actividad frenética de su tercer ojo le intentando evitar que pensase.
Finalmente se dibujo en su mente la imagen nítida de los otros ángeles. Tres enormes astartes, dos de ellos flanqueaban el avance de un astartes algo más pequeño. Uno de ellos portaba un yelmo alado, otro un casco de algún diseño arcaico de servoarmadura. Los tres estaban embutidos en armaduras de color negro azabache, los dos más corpulentos llevaban una librea desgastada donde se intuía una espada alada de color rojo. Los tres ocultaban su armadura bajo unas pesadas túnicas blancas muy deterioradas por el tiempo. El astartes del centro a pesar de que sólo lo vio unos segundos, le impacto. Era el menos corpulento de los tres, pero emanaba una autoridad absoluta. Oculto bajo una capucha, sólo la sonrisa y una densa melena de pelo grisáceo atravesaban la oscuridad que ocultaba su rostro, el peto de la servoarmadura portaba crucificado un esqueleto y al cinto, dos pistolas finamente labradas las acompañaba una enorme espada en su vaina que pendía de una cadena. A pesar de recordar todo Heinzber no habló.
- Te estas muriendo traidor.
La voz del capellán cargaba un odio y un desprecio absolutos.
- Si, y conmigo muere mi conocimiento.
La voz de Heinzber era decrépita.
Su tercer ojo se había consumido y la sangre oscura le caía pegajosamente por el rostro.
- No, es del todo correcto, Heinzber.
La voz que habló no la había escuchado antes Heinzber. De una esquina repleta de sombras apareció la figura de un astartes con una armadura azul, oculta por una túnica verde, el rostro del bibliotecario cubierto parcialmente por una venda del mismo tono oscuro que la noche.
- Todos tus pensamientos han sido nítidos para ver. Nos has sido de gran ayuda, Te he mantenido vivo para dar tiempo a tus pensamientos a organizarse, la entidad que anidaba en tu interior no quería dejarme mirar más adentro de ti.
El bibliotecario Manuel sonrió.
- Ahora ya no eres necesario.
Extendiendo la palma de la mano hacia el caído, la celda bajo de temperatura drásticamente debido al empleo de la interromancia, Heinzber comenzó a convulsionar mientras sangre salía a borbotones de sus orificios y las venas y capilares del cuelo y las sienes colapsaron creando enormes derrames internos, las cuencas de sus ojos se desparramaron cuando los globos oculares se deshicieron en gelatina y fluidos iriscentes y el renegado cayó muerto, sujeto únicamente por la mano que le quedaba encadenada a un grillete de la pared cuando el parásito mental le destrozó el cerebro.
- Estas completamente seguro de eso.
Sar Azazel no daba crédito a la información que sus hermanos le estaban rebelando.
- Si mi señor. Los caídos están aquí, la distracción hacia las fortalezas olvidadas por parte de los volstroyanos fueron instigadas por Cypher sin lugar a dudas.
La voz y el gesto del bibliotecario Manuel estaban cargados de preocupación y odio a partes iguales. Elias permanecía detrás del bibliotecario.
- De no ser por la magnífica maniobra de Samael el ala de cuervo podría estar aún retenida al sur en un asedio prolongado, así que en eso los planes del enemigo han salido mal.
Azazel hablaba mientras miraba a la nada evaluando y meditando los acontecimientos.
El capellán Elias habló con un tono resoluto.
- No podemos estar seguros de la verdadera intención de los caídos,
y seguimos sin enlace con la superficie.
-Si, no podemos advertir a la Roca de nuestro hallazgo aquí, el supremo gran maestre se encuentra luchando en la órbita , y tampoco tenemos noticias de Hydra cordatus.
Azazel siguió con la mirada pensativa. El resto permanecieron en silencio. Azazel elevó la cara y clavo la mirada en ambos astartes.
- A pesar del aislamiento, hemos montado varias bases de operaciones, hemos cazado a los enemigos del emperador, y realizado una serie movimientos audaces. Nuestros hermanos ultramarines se preparan para descabezar a la serpiente que anida en Hydra Minor junto a nosotros. Confió en que la Roca y el grueso de nuestra flota levante el bloqueo, pero sobre todo confió en nuestra habilidad para seguir haciendo bien las cosas.
Azazel con un gesto dio por finalizada la reunión. El capellán y el bibliotecario pertenecientes a su compañía salieron de la sala de operaciones.
Una voz quebrada surgió detrás de el.
- ¿Confías al cien por cien en que la serpiente será descabezada aquí?
Un astartes con una armadura negra con el símbolo de una garra alada portando una espada, que llevaba una túnica y una capa rojo granate, permanecía de pie iluminado por la luz de varias pantallas holográficas.
- Confió en que el emperador y el primarca guíen nuestros actos.
Respondió Azazel con convicción.
- Pues confía, porque la confianza da la convicción, y la necesitaremos.
La presencia de Samael era reconfortante.
El señor de la tercera compañía se acercó a Samael y posó una mano sobre su hombrera con el símbolo del ala de cuervo.
- Si hermano. La necesitaremos."
Los Ángeles Oscuros habían acabado con la presencia de la guardia traidora en la superficie de Hydra Minor. Los constantes ataques de hostigamiento del ala de cuervo habían permitido drenar el espíritu de lucha de los renegados que sin el amparo de los corsarios rojos, ni de la legión alfa, habían comenzado su irrefrenable camino hacia el declive.
Un inesperado giro en la ruta de avance de los corruptos soldados, les llevo a ocupar unas fortalezas olvidadas anteriores a la guerra. El ala de cuervo dirigido por el mismísimo Samael en persona, había cercado en masa los muros de la fortaleza, y atacando al amparo de la noche consiguió destrozar los muros de ferrocemento y escudos de vacío que protegían los poderosos enclaves con una alta potencia de fuego de armamento pesado y fusión.
Samael pronto comprendió que el plan original del enemigo era estancar a los ángeles oscuros en un prolongado asedio de desgaste. Aunque el señor de la segunda compañía había frustrado los planes de los volstroyanos de Urantis, lo que descubrieron cuando accedieron al interior de la fortaleza le dejó perplejo. Las enormes holopantallas y sistemas de encriptación se estaban reseteando y depurando archivos, aunque algunos planos con las localizaciones de los ángeles oscuros en el planeta, así como las rutas por donde la flota que combatía alejada de órbita intentaba enviar suministros y refuerzos, si fueron hallados por el ala de cuervo.
En la improvisada caverna fortaleza de los ángeles oscuros excavada por los tecnoadeptos que habían logrado descender en el primer grupo de descenso y soporte antes de que la flota fuera empujada de la estratosfera por la guardia de la muerte, ingresaron una decena de prisioneros supervivientes de los volstroyanos. Las celdas emitieron agónicos gritos de dolor durante días. Al final los ángeles oscuros habían conseguido lo que querían. La información de que los caídos dirigidos por Chyper en persona, habían orquestado bastantes de las infamias de esta guerra.
Ya no quedaban fuerzas de guardia traidora, solo grupos de unos pocos aislados que se ocultaban en el terreno y que serían cazados por Samael y su compañía.
Sar Azazel señor de la tercera compañía, no podía comunicarse con la Roca para informar de los nuevos secretos desvelados mientras permaneciera el bloqueo, pero si podía asegurarse de que el secreto no fuera conocido.
El y su tercera compañía "la inmisericorde", junto a todos los ultramarines presentes en el planeta se encargarían de dar el golpe final a los siervos del caos de las legiones traidoras que continuaban luchando en Minor, y Samael podría mientras, sin preocuparse de los ojos ajenos de Macragge que pudieran poner su atención sobre los asuntos secretos de los no perdonados, encargarse de rastrear la pista de Cypher y los caídos. La victoria en Hydra Minor estaba al alcance.